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El 15 de noviembre de 1533, Francisco Pizarro, junto a otros conquistadores y sus tropas ingresaron y tomaron Cusco. En 1534, el 23 de marzo, en la otrora capital del imperio incaico, realizaron su fundación española. Entre los recién llegados estaba Pedro Sancho La Hoz, escribano oficial de la monarquía y secretario de Pizarro. Él, en 1534, terminó de redactar un informe al rey Carlos I con los sucesos desde que en 1532 llegaron a las tierras de los antiguos peruanos. Su descripción del Cusco es la primera que fue enviada y llegó a España, desde donde se difundió al resto de comarcas de Europa. Esta lectura permite conocer que en tiempos precolombinos en Perú las plazas centrales ya eran construidas de forma cuadrada, y que los españoles en 1534 fueron los primeros en informar que en las construcciones ciclópeas de los incas intervinieron manos no humanas:
Ciudad del Cusco: “Calles en forma de cruz, muy derechas, todas empedradas… La plaza es cuadrada, alrededor de ella hay cuatro casas de señores que son las principales de la ciudad”
Sacsayhuamán: “Son de piedras tan grandes, que nadie que las vea no dirá que hayan sido puestas allí por manos de hombres humanos… Los españoles dicen que ni el puente de Segovia, ni otro de los edificios que hicieron Hércules ni los romanos, no son cosa tan digna de verse… Tarragona tiene algunas obras en sus murallas hechas por este estilo, pero no tan fuerte ni de piedras tan grandes… Muchos españoles que han andado en Lombardía y en otros reinos extraños, dicen que no han visto otro edificio como esta fortaleza”
Investigación Ítalo Sifuentes Alemán
A continuación, se comparte la información que en 1534 dejó Pedro Sancho de la Hoz en la que figuran otras reveladoras descripciones:
“La ciudad del Cuzco por ser la principal de todas donde tenían su residencia los señores, es tan grande y tan hermosa que sería digna de verse aun en España, y toda llena de palacios de señores, porque en ella no vive gente pobre, y cada señor labra en ella su casa y asimismo todos los caciques, aunque éstos no habitaban en ella de continuo. La mayor parte de estas casas son de piedra y las otras tienen la mitad de la fachada de piedra; hay muchas casas de adobe, y están hechas con muy buen orden, hechas calles en forma de cruz, muy derechas, todas empedradas y por en medio de cada una va un caño de agua revestido de piedra. La falta que tienen es el ser angostas, porque de un lado del caño sólo puede andar un hombre a caballo y otro del otro lado. Está colocada esta ciudad en lo alto de un monte, y muchas casas hay en la ladera y otras abajo en el llano. La plaza es cuadrada y en su mayor parte llana, y empedrada de guijas; alrededor de ella hay cuatro casas de señores que son las principales de la ciudad, pintadas y labradas y de piedra, y la mejor de ellas es la casa de Guaynacapac cacique viejo, y la puerta es de mármol blanco y encarnado y de otros colores, y tiene otros edificios de azoteas, muy dignos de verse. Hay en la dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua más arriba del Cuzco y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por los que se entra a la ciudad. Sobre el cerro que de la parte de la ciudad es redondo y muy áspero, hay una fortaleza de tierra y de piedra muy hermosa; con sus ventanas grandes que miran a la ciudad y la hacen parecer más hermosa. Hay dentro de ella muchos aposentos y una torre principal en medio, hecha a modo de cubo con cuatro o cinco cuerpos, uno encima de otro; los aposentos y estancias de adentro son pequeños, y las piedras de que está hecha están muy bien labradas, y tan bien ajustadas unas con otras que no parece que tenga mezcla, y las piedras están tan lisas que parecen tablas acepilladas, con la trabazón en orden al uso de España, una juntura en contra de otra. Tiene tantas estancias y torre que una persona no la podría ver toda en un día; y muchos españoles que la han visto y han andado en Lombardía y en otros reinos extraños, dicen que no han visto otro edificio como esta fortaleza, ni castillo más fuerte. Podrían estar dentro cinco mil españoles; no se le puede dar batería, ni se le puede minar, porque está colocada en una peña. De la parte de la ciudad que es un cerro muy áspero no hay más de una cerca; de la otra parte que es menos áspera hay tres, una más alta que otra, y la última de más adentro es la más alta de todas. La más linda cosa que puede verse de edificios en aquella tierra, son estas cercas, porque son de piedras tan grandes, que nadie, que las vea no dirá que hayan sido puestas allí por manos de hombres humanos, que son tan grandes como trozos de montañas y peñascos, que las hay de una altura de treinta palmos, y otros tantos de largo, y otras de veinticinco, y otras de quince, pero no hay ninguna de ellas tan pequeña que la puedan llevar tres carretas; éstas no son piedras lisas, pero harto bien encajadas y trabadas unas con otras. Los españoles que las ven dicen que ni el puente de Segovia, ni otro de los edificios que hicieron Hércules ni los romanos, no son cosa tan digna de verse como esto. La ciudad de Tarragona tiene algunas obras en sus murallas hechas por este estilo, pero no tan fuerte ni de piedras tan grandes; estas cercas van dando vuelta, que si se les diera batería no se les podría dar de frente sino al sesgo de las de afuera. Estas cercas son de esta misma piedra, y entre muralla y muralla hay tierra y tanta que por encima pueden andar tres carretas juntas. Están hechas a modo de tres gradas, que la una comienza donde acaba la otra y la otra donde acaba la otra. Toda esta fortaleza era un depósito de armas, porras, lanzas, arcos, flechas, hachas, rodelas, jubones fuertes acojinados de algodón, y otras armas de diversas maneras, y vestidos para los soldados, recogidos aquí de todos los rumbos de la tierra sujeta a los Señores del Cuzco. Tenían muchos colores, azules, amarillos y pardos y muchos otros para pintar ropas y mucho estaño y plomo, con otros metales, y mucha plata y algo de oro, muchas mantas y jubones acolchados para los hombres de guerra. La causa porque esta fortaleza tiene tanto artificio, es porque cuando se fundó la ciudad, que fue edificada por un señor orejón que vino de la parte de Contisuyo hacia el mar, grande hombre de guerra, conquistó esta tierra hasta Vilcas, y visto ser éste el mejor lugar para fijar su domicilio, fundó aquella ciudad con su fortaleza; y todos los demás señores que le sucedieron después, hicieron algunas mejoras en esta fortaleza con lo que siempre se fue aumentando y engrandeciendo. Desde esta fortaleza se ven en torno de la ciudad muchas casas a un cuarto de legua y media legua y una legua, y en el valle que está en medio rodeadas de cerros hay más de cien mil casas, y muchas de ellas son de placer y recreo de los señores pasados y otras de los caciques de toda la tierra que residen de continuo en la ciudad; las otras son casas o almacenes llenos de mantas, lana, armas, metales y ropas, y de todas las cosas que se crían y fabrican en esta tierra. Hay casas donde se conservan los tributos que traen los vasallos a los caciques; y casa hay en que se guardan más de cien mil pájaros secos, porque de sus plumas que son de muchos colores se hacen vestiduras, y hay muchas casas para esto. Hay rodelas, adargas, vigas para cubrir la casa, cuchillos y otras herramientas; alpargatas y petos para provisión de la gente de guerra en tanta cantidad que ni cabe en el juicio cómo han podido dar tan gran tributo de tantas y tan diversas cosas. Cada señor difunto tiene aquí su casa de todo lo que le tributaron en vida, porque ningún señor que sucede (y esta es ley entre ellos) puede después de la muerte del pasado tomar posesión de su herencia. Cada uno tiene su vajilla de oro y de plata y sus cosas y ropas aparte, y el que le sucede nada le quita. Los caciques y señores muertos mantienen sus casas de recreo con la correspondiente servidumbre de criados y mujeres, y les siembran sus campos de maíz, y se les pone un poco en sus sepulturas. Adoran al sol y le tienen hechos muchos templos, y de todas las cosas que tienen, así de ropa como de maíz y de otras cosas ofrecen al sol, de lo que después se aprovecha la gente de guerra”.
