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1879: Papa León XIII pidió detener la guerra, pero Chile respondió que Perú y Bolivia ya no eran sus hermanos sino sus enemigos

Delegado del Papa, monseñor Mario Mocenci, recibió dos cartas del ministro chileno de Relaciones Exteriores, Alejandro Fierro, en las que acusó a los dos países de intentar hacerle la guerra a su país

El 26 de mayo de 1880, en Tacna, durante la batalla del Alto de la Alianza, murieron defendiendo la integridad territorial más de dos mil peruanos y bolivianos; 2,500 fueron heridos o tomados prisioneros

Por Ítalo Sifuentes Alemán

Una de las acciones más sangrientas de la guerra del Pacífico ocurrió el 26 de mayo de 1880, durante la batalla del Alto de la Alianza, escenario bélico en Tacna cuya área territorial fue declarada, el 25 de agosto de 1983, zona intangible y, el 11 de noviembre de 2008, zona histórica integrante del Patrimonio Cultural de la Nación. Ese día, los ejércitos de Perú y Bolivia enfrentaron al ejército invasor de Chile, bajo el comando del general Manuel Baquedano (con cerca de 500 muertos y 1,500 heridos); del lado de los aliados, el comando estuvo a cargo del general y presidente boliviano Narciso Campero (con más de dos mil muertos y 2,500 heridos y prisioneros). El cerro Intiorco (Alto del sol, en quechua) fue el campo de batalla. El resultado desfavorable generó que Bolivia se retire de la guerra, la cual se prolongó hasta el 20 de octubre de 1883, fecha en que en Lima se firmó el tratado de paz con Chile, país que en 1929 recién devolvió Tacna, celebrado por los peruanos el 28 de agosto de ese año. No se logró la reincorporación de Arica y Tarapacá al territorio patrio.

La guerra había estallado el 5 abril de 1879. Era considerada fratricida, al punto que se informó de la intervención del Vaticano, que estaba bajo el pontificado de León XIII: “Su Santidad ha enviado delegados apostólicos especiales a las repúblicas de Chile, Perú y Bolivia, con instrucciones para intervenir en favor de la paz”, se comunicó en el impreso Gaceta Universal desde Madrid, el 1 de mayo de ese año. Los enviados del Papa León XIII no consiguieron que Chile retroceda en su ánimo beligerante. El delegado apostólico era Mario Mocenci, a quien Chile escribió una carta el 9 de abril de 1879, firmada por el ministro Alejandro Fierro, en la que afirmaba: “Monseñor: Tengo la honra de informar a Vuestra Excelencia conformándome a órdenes especiales que ha recibido de Su Excelencia el Presidente de la República, que con fecha 5 del mes que rige, se ha declarado la guerra al Gobierno del Perú. Las razones que han obligado a mi Gobierno a tomar esa dura pero indispensable resolución, serán en breve comunicadas a Vuestra Excelencia. Desde luego me cumple anunciarle que, desde la fecha indicada, las fuerzas marítimas de Chile han puesto bloqueo al puerto de Iquique. Al rogar a Vuestra Excelencia. se digne poner estos hechos en conocimiento de Su Santidad, me es grato ofrecer a Vuestra Excelencia las seguridades de alta consideración con que soy de Vuestra Excelencia”. Esta información figura en el documento Cuestión Chileno-Boliviana. Archivo 2, Nunziatura Apostolica di Cile, información dada a conocer por el investigador Boris Briones Soto, de la Universidad de Cantabria (España), al igual que la segunda carta dirigida al delegado Mario Mocenci, fechada en Santiago el 10 de abril de 1879 y firmada por el ministro Fierro.

Esa segunda carta, enviada a cinco días de haber declarado Chile la guerra a Perú, dice:

“Señor: Oportunamente tuve la satisfacción de recibir la estimable nota de Vuestra Excelencia, de fecha 21 de febrero último y con ella el pliego adjunto para Su Excelencia el Presidente de la República, quien se impuso de su importante contenido que exhorta a la paz con Bolivia y manifiesta el parecer de Vuestra Excelencia de que el Perú, extraño a la contienda, amigo y hermano de Chile y de aquella nación, sería un árbitro pacífico y justiciero cuyos fallos inspirados por la más severa imparcialidad pondrían feliz término a la lucha que entonces amenazaba empeñarse. Las ocupaciones ineludibles que he debido atender preferentemente solo ahora me permiten manifestar a Vuestra Excelencia. Los sentimientos de gratitud de Su Excelencia. El Presidente de la República y de mi Gobierno por el noble espíritu de que Vuestra Excelencia se encuentra animado a favor de la paz, digno objeto de los desvelos del Representante de la Santa Sede y trasmitirle la constatación que el jefe supremo de la nación me ha encargado dar a Vuestra Excelencia en los siguientes términos: El Gobierno de Chile, fiel a los principios de Justicia y de fraternidad americana que ha llevado siempre a la práctica aun a costa de grandes y conocidos sacrificios, hizo oportunamente todas las gestiones que habían solucionado de un modo pacifico y amigable la cuestión pendiente con Bolivia si el Gobierno de aquel país se hubiese encontrado inspirado por idénticos sentimientos de justicia y de confraternidad pero estas gestiones fueron estériles y los hechos que se han producido con posterioridad a ellas han venido a demostrar que todo intento en favor de la paz habría sido inútil. El Gobierno Boliviano no quería ni buscan otra solución que la guerra y solo así se comprende que llegara a desconocer el fundamento de nuestras justísimas exigencias y rechazar la proposición hecha por mi Gobierno de someter las diferencias al fallo imparcial de un árbitro conforme a lo establecido por el protocolo adicional del tratado de límites de 1874. La precedente aseveración habrá quedado demostrada para Vuestra Excelencia con la lectura del manifiesto dirigido por Chile a las naciones extranjeras, y si la relación de los hechos y los documentos citados en dicho manifiesto no fueran bastante para producir la convicción moral de que tal era el propósito del gobierno Boliviano, la existencia cierta y efectiva de un tratado secreto entre ese gobierno y el del Perú, negociado firmado y ratificado misteriosamente por los respectivos congresos en 1873, no deja lugar a duda alguna respecto del propósito de hacernos una guerra inicua que merecerá la reprobación de todas las naciones civilizadas y en la cual la victoria será de Chile por la justicia de su causa y por el esfuerzo de sus hijos. Chile que den a la paz el buen nombre y la prosperidad de que goza, lo considera como un bien supremo y ciertamente no habría desdeñado medir alguno compatible con decoro y con sus legítimos derechos para conservarla y afianzarlas obedeciéndolo de esta manera su política exterior tradicional, cerro dante, en sus intereses a sus tendencias y a sus simpáticas. Pero desgraciadamente no se ha querido escuchar su voz de justicia y de consideración. Por el contrario, el Perú que Vuestra Excelencia consideraba apto para mediar en la contienda y ponerle fin de un modo equitativo y decoroso, se ha considerado ligado a Bolivia por el pacto secreto a que antes se hace referencia. Se ha hecho beligerante por su negativa para declararse neutral, ha suministrado elementos bélicos a aquella nación y ha hecho por fin inevitable la guerra e imposible toda solución que no sea la de las armas. Chile por su parte y después de haberse asegurado la perfidia de los que antes consideró como hermanos y aliados y hoy considera como enemigos, ha aceptado la guerra y la seguirá por todos los medios que estén a su alcance haciendo pesar exclusivamente sus conveniencias sobre los que la han provocado. Tales son los sentimientos de Su Excelencia el Presidente y al participarlos a Vuestra Excelencia me es muy grato ofrecerle una vez más el homenaje de las consideraciones distinguidas con que tengo el honor de ser. De vuestro atento y seguro servidor. Alejandro Fierro”.  

Óleo de León XVIII. Museo Histórico Dominico.

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