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Lima, 1786: ingresan a las librerías para requisar y quemar las obras prohibidas por la Inquisición

Por Ítalo Sifuentes Alemán

En 1786, la Inquisición en Lima y el virrey Teodoro de Croix emitieron dos documentos con la nómina de los autores y obras temidas en el Perú, ello en base al Índice de Libros Prohibidos que, elaborado por la Inquisición española, se había dispuesto publicar en sus territorios: la primera vez fue en 1551 y, la última, en 1790, logrando imponer que, en esos años, diez títulos de diversos autores se consideren dañinos a la religión católica, la moral y los intereses económicos de la monarquía. Aquello ocurrió unos cinco años después de producida la gran rebelión de 1780, liderada en Cusco por Túpac Amaru II.  

Utilizando el Índice de Libros prohibidos, en Lima la Inquisición procedió a buscar en las librerías y hogares de la capital peruana las publicaciones censuradas para requisarlas y quemarlas, cacería que, en algunos casos, llegó a ser tratad por el Santo Tribunal, cuyo funcionamiento llegó a su fin con el inicio de la guerra por la independencia peruana.

Para conocer los libros y autores censurados, debe leerse el oficio que firmaron en Lima, en la sede de la Inquisición, el doctor Francisco de Matienzo y el licenciado Francisco Abarca. Es un documento fechado el 17 de agosto de 1786, dirigido al virrey De Croix, en los siguientes términos: “Excelentísimo señor: Hemos recibido el billete de vuestra excelencia del 11 del corriente, con copia del bando que se sirvió expedir para el recojo de las obras de Maquiavelo, Raynal, el Belisario de Marmontel, Montesquieu, Enciclopedia, Monseuir Le Gros y Linguet, a fin de que, por nuestra parte, cooperásemos al mismo efecto, por lo perjudiciales que eran a la Religión y al Estado”.

En dicho oficio, ambos personajes también detallaron a De Croix: “La escrupulosidad con que se hace el reconocimiento de los libros que entran en esta ciudad, y el arbitrio que se le ofrece de que se reconozcan las librerías que hubiese en ella, con asistencia del ministro que vuestra excelencia destinase, si fuese de su superior agrado. Y que, si acaso, se hallasen algunas obras de dichos autores, habrán venido entre los equipajes, y no en los cajones de libros, cuyas listas se registran con mucha atención. Es cuanto podemos exponer a vuestra excelencia, a cuya disposición quedamos para servirle con la más constante voluntad. Inquisición de los Reyes, agosto 17 de 1786. Doctor Francisco de Matienzo, licenciado Francisco Abarca”.

Efectivamente, el virrey De Croix había publicado el 11 de agosto de ese año un corto pero fulminante bando precisando que: “Siendo muy reparable el abuso con que generalmente, en esta capital, se procede a las impresiones de cualesquiera clase de obras sin permiso de este superior gobierno, se les hará saber por la escribanía mayor de él a todos los dichos impresores que ni impriman obra ni papel alguno sin el expresado requisito, bajo la multa de 500 pesos por la primera vez que contravinieren, duplicados por la segunda y la misma por la tercera con privación absoluta de continuar usando del arte y perdimiento de todos sus materiales, e instrumentos, y que se le aplicarán las demás penas que, según las circunstancias del caso, se consideren correspondientes. El Caballero de Croix”.

Respecto al autor italiano censurado, Nicolás Maquiavelo, se sabe que fue un filósofo del Renacimiento que, en 1513, escribió ese tratado de doctrina política titulado “El Príncipe”, el cual en Roma se había publicado en 1531, es decir a los 4 años de su muerte. Esta obra fue una de las más temidas de la época.

En cuanto al cesurado Raynal, se trata del jesuita francés Guillaume Thomas François Raynal, pensador, escritor y periodista francés que fue director de “El Mercurio de Francia”, que estuvo vinculado al movimiento protestante, y que es autor de “Historia de las dos Indias”, obra publicada en 1770 y en cuyas páginas se promovía el anticolonialismo.

Respecto al escritor francés Jean Marmontel, fue censurado por el contenido crítico de su novela “Belisario”, a la cual se sumó otra obra suya, publicada en 1777, de abierto cuestionamiento a la explotación y esclavitud que los colonos españoles realizaban en esta parte de América. Esa obra se llama “Los Incas o la Destrucción del Imperio del Perú”.

Del jurista y filósofo francés Montesquieu, también mencionado en la lista de los censurados, es difundida desde mediados del siglo XVIII su obra “El espíritu de las Leyes” y, desde entonces, era considerado un abanderado de la separación de poderes y, naturalmente, del liberalismo.

Los celadores españoles de lo que debían leer los peruanos, en sus oficios de censura también se refirieron a “Monseuir Le Gros y Linguet”, es decir al abogado y periodista francés Simon Henri Linguet, autor de “Annales civiles”, una obra polémica, como las demás antes citadas, y cuya censura no logró contener el proceso de la liberación del Perú que, en 1780, había empezado con la gran rebelión de Túpac Amaru II.

De este modo, en el Perú virreinal a la hoguera no solo fueron llevados los acusados de herejes y protestantes, sino también las publicaciones cuyas páginas fueron condenadas a arder por promover la libertad del yugo español. En esa época oscura del absolutismo, leer a los escritores y sus obras liberales era una amenaza al confort de los privilegiados por el sistema monárquico. Los documentos del siglo XVIII que aquí se citan figuran en el Archivo General de Indias.

Más información de este y otros temas en el libro de investigación Historias ocultas.

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