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“La guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 1823. Pero este costoso sacrificio, y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias,) de los motivos que me obligaron a dar este paso«, manifestó el libertador al presidente peruano Ramón Castilla
Investigación Ítalo Sifuentes Alemán
Dos años antes de fallecer en Francia, en su carta del 11 de setiembre de 1848 al presidente Ramón Castilla, reveló José de San Martín el por qué imprevistamente se marchó del Perú el 20 de setiembre de 1822, es decir, casi dos meses después de haberse entrevistado con Simón Bolívar en Guayaquil (el 26 y 27 de julio de ese año), ciudad portuaria del actual Ecuador en la que los libertadores se reunieron para acordar acciones conjuntas para ultimar al ejército español en territorio peruano en 1823, y no en 1824, como finalmente ocurrió ese año tras las batallas en Junín y Ayacucho. De este modo, el misterio fue dilucidado en 1848 por el propio protagonista de esta historia.
En su carta, José de San Martín reveló a Ramón Castilla en 1848: “He aquí, mi querido General, un corto análisis de mi vida pública seguida en América; yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndola puesto fin con la terminación de la guerra de la Independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el General Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) que el solo obstáculo de su venida al Perú con el Ejército de su mando, no era otro que la presencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía. Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que, con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 1823. Pero este costoso sacrificio, y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias,) de los motivos que me obligaron a dar este paso, son esfuerzos que U. podrá calcular y que no está al alcance de todos el poderlos apreciar”.
A continuación, se presenta la transcripción de dicha carta:
“Boulogne sur mer. Setiembre 11 de 1848. Lima. Excmo. Señor presidente, General don Ramón Castilla. Respetable General y señor: Su muy apreciable y franca carta del 13 de mayo la he recibido con la mayor satisfacción; ella no fue contestada por el Paquete del mes pasado en razón de no haber llegado a mi poder que, con un fuerte atraso, es decir el 20 de agosto, tres días después de la salida del Paquete de Panamá.
Usted me hace una exposición de su carrera militar bien interesante; a mi turno permítame le dé un extracto de la mía. Como U., yo serví en el Ejército Español en la Península, desde la edad de 13 a 34 años, hasta el grado de teniente coronel de Caballería: una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha que calculábamos se había de empeñar. Yo llegué a Buenos Aires a principios de 1813; fui recibido por la Junta Gubernativa de aquella época, por uno de los vocales con favor, y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada: por otra parte con muy pocas relaciones de familia en mi propio país, y sin otro apoyo que mis buenos deseos de serle útil, sufrí este contraste con constancia, hasta que las circunstancias me pusieron en situación de disipar toda prevención, y poder seguir sin trabas las vicisitudes de la guerra de la Independencia.
En el período de diez años de mi carrera pública en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue invariable en dos solos puntos, y que la suerte y circunstancias más que el cálculo, favorecieron mis miras, especialmente en la primera, a saber, la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron en aquella época en Buenos Ayres, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por el espacio de nueve años. El segundo punto fue el de mirar a todos los Estados Americanos en que las fuerzas de mi mando penetraron, como estados hermanos interesados todos en un santo y mismo fin. Consecuente a este justísimo principio mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegurase.
He aquí, mi querido General, un corto análisis de mi vida pública seguida en América; yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndola puesto fin con la terminación de la guerra de la Independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el General Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) que el solo obstáculo de su venida al Perú con el Ejército de su mando, no era otro que la presencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía. Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que, con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 1823. Pero este costoso sacrificio, y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias,) de los motivos que me obligaron a dar este paso, son esfuerzos que U. podrá calcular y que no está al alcance de todos el poderlos apreciar… Reciba U., mi apreciable General, mis votos sinceros porque el acierto presida a todas sus deliberaciones, permitiéndome al mismo tiempo tenga la honra de titularse amigo de U. Su servidor. Q. S. M. B. José de San Martín”.
*Esta valiosa carta fue reproducida en 1879 en la Revista Peruana, fundada en Lima por Mariano Felipe Paz Soldán (el editor era Carlos Paz Soldán).