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El primer discurso ante el Congreso de la República: Torre Tagle en 1822

Por Ítalo Sifuentes Alemán

El 19 de enero de 1822, el Protector José de San Martín delegó “la suprema potestad directiva de los departamentos libres del Perú al Gran Mariscal Marqués de Torre Tagle”. El 20 de setiembre de 1822 fue instalado el Primer Congreso Constituyente. El tercer día de funcionamiento, el 23 de setiembre de 1822, el ex Supremo Delegado de Gobierno del Perú, José Bernardo de Tagle, dio un discurso ante este poder del Estado en que solicitó a la representación nacional: “Miro instalado el Soberano Congreso Constituyente, le suplico reverentemente nombre una Comisión que entienda en esta materia para que la opinión pública, ese juez inexorable, decida de mis operaciones”. José Bernardo de Tagle había ejercido como Supremo Delegado de Gobierno del Perú del 19 de enero de 1822 al 21 de agosto de 1822

El presidente del Congreso, Francisco Xavier de Luna Pizarro, le contestó que “el Soberano Congreso estaba bastantemente satisfecho de sus eminentes servicios a la causa del Perú y que esperaba los continuase como soldado, y como ciudadano, trabajando por el total exterminio de los enemigos y por el sostén de las instituciones nacionales”

A continuación, se comparte la transcripción del documento:

“Señor: En el momento en que el general San Martín abordó a estas costas, para auxiliar la libertad del país, mi corazón, que ansiaba por ella, desplegó los ardientes deseos que había sofocado por mucho tiempo, fijando la independencia en el departamento de Trujillo, y en las provincias de Jaén y Moyobamba. Me dediqué, en seguida, a levantar y disciplinar las tropas que han contribuido de un modo tan glorioso al total exterminio de los tiranos de Quito, sin que me arredrase la consideración de estar separado de mi esposa y familia, cuyo sacrificio dejo a la contemplación de las almas sensibles. Me vi precisado a admitir el mando que me delegó el Protector del Perú, porque se me hizo creer que convenía a la felicidad del país. A esta se oponía el ex ministro Monteagudo, cuyas maquinaciones me obligaron más de cuatro veces a renunciar la delegación. Depuesto este ministro podría decir al pueblo el bien que le hice, pero basta que él lo sepa y lo conozca; solo añadiré que fue entonces cuando traté de acelerar la elección de Diputados, que no se habría verificado en mucho tiempo, según las medidas tomadas por el exministro. Luego que el Protector llegó de Guayaquil, le insté eficazmente para que reasumiese el mando que me había delegado, y me dio esa satisfacción; más no la de tomarme cuenta de mi administración, como solicité. Ahora que, con el júbilo compatible con la calamidad de las críticas circunstancias, miro instalado el Soberano Congreso Constituyente, le suplico reverentemente nombre una Comisión que entienda en esta materia para que la opinión pública, ese juez inexorable, decida de mis operaciones. Y cuando felizmente aparezcan justificadas, no pido, señor, otro premio de mis pequeños servicios que la admisión de la renuncia solemne que hago de todos los empleos con que me hallo condecorado, y que se me considere como un simple soldado pronto a unirme a las filas de los valientes, que se preparan atacar al enemigo; y si después de humedecer con mi sangre el campo victorioso me concede el Dios de los ejércitos el regreso a mi hogar, daré término a mis aspiraciones, unido a mis esposa e hijos, en las delicias de la vida privada.

¡Peruanos! Estos son los votos que animan a vuestro paisano Tagle; estos los medios que me parecen oportunos para contribuir a la salvación del Perú. Yo os invito para que identifiquéis vuestros sentimientos con los míos y hagáis de ellos una manifestación auténtica ante la soberana autoridad que profundamente respeto y a la que me ofrezco como el más obediente y fiel hijo de la Patria, consagrándole mi vida y cuanto tengo”.

El Dr. Francisco Xavier de Luna Pizarro, Presidente del Congreso, le contestó: “Que el Soberano Congreso estaba bastantemente satisfecho de sus eminentes servicios a la causa del Perú y que esperaba los continuase como soldado, y como ciudadano, trabajando por el total exterminio de los enemigos y por el sostén de las instituciones nacionales”.

Fuente: Diario de los Debates y actas del primer tomo Congreso Constituyente del Perú, Lima, 1822. Imprenta de D. Manuel del Río y Compañía.

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