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“Quién sabe si cuando estos valles estaban ocupados por los mares formaría la Polinesia o archipiélago austral un continente con el Asia, y que sería este sumergido al retirarse las aguas de los llanos del Perú, y que ganando los moradores en la inundación los picos más altos de la Tierra”, manifestó Hipólito Unanue refiriéndose a los andes. Estos y otros apuntes figuran en su obra ‘Observaciones sobre el clima de Lima, y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre’, publicada en Lima en 1806
Por Ítalo Sifuentes Alemán
“Examinando la calidad del terreno se descubre, que desde cierta profundidad en que se halla con un suelo firme, se sobreponen, así en este valle (de Lima) como en toda la costa, varias capas de arena y de guijarros: estructura que siendo semejante a la del fondo de nuestros mares, hace creer que en algún tiempo les servirían de lecho, internándose sus aguas dos o tres leguas más adentro de las playas que hoy las refrenan. Es constante que en nuestra costa han ido las aguas en disminución. Las conchas que se hallan al Sur y Norte esparcidas sobre sus colinas, y la composición de éstas, de arena y despojos marítimos, son monumentos que con otras muchas señales acreditan, que no han pasado muchas centurias después del tiempo en que nuestros mares se internaban de dos a tres leguas, subiendo a más de cien varas de altura sobre los cerros de granito, en que terminan las ramas descendentes de la cordillera. Quién sabe si cuando estos valles estaban ocupados por los mares, formaría la Polinesia o archipiélago austral un continente con el Asia, y que sería este sumergido al retirarse las aguas de los llanos del Perú, y que ganando los moradores en la inundación los picos más altos de la Tierra, quedaron formadas las islas de la sociedad, y todas las demás que se ven sembradas en este vasto océano. Este pensamiento aclara el misterio de su población, y explica el motivo del idioma general entre aquellos isleños, conservado a unas distancias donde no podía conducirles su navegación, ceñida a solo lo que alcanzaba la vista. También podemos inferir a donde irían a parar las navegaciones que los antiguos peruanos hacían en balsas de pellejos de lobos marinos á vela y remo, saliendo del puerto de Arica hasta perder de vista la costa. Acaso por aquel punto vendría la nación de los aimaras, que supo situarse en medio de los quechuas, y conservar por tantos siglos su lenguaje y costumbres, como si fuera una nación aislada, y no estuviera rodeada por todas partes de pueblos que hablan el idioma general del Perú. Un examen y cotejo de las lenguas malaya y aimara, de las cuales la primera parece ser la original de los isleños del sur, podría dar mucha luz a los literatos que gustasen escudriñar las conjeturas apuntadas en esta ligera digresión”.
