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El 9 de septiembre de 1572 arribaron al puerto de San Juan de Ulúa los primeros 15 jesuitas a Nueva España (México). El 4 de diciembre de 1576, a través de Juan de Monsalve, adquirieron la hacienda llamada Tepeatzingo, que perteneció a Alonso González y su mujer, María de Aguilar, vecinos de Tecama, quienes la vendieron por 17 mil pesos. Esta hacienda cambió al nombre de Santa Lucía. Este y otros hechos de la historia de México se describen en “Una Hacienda de los Jesuitas. Santa Lucía antes y después del extrañamiento. 1751-1777”, obra realizada por el historiador mexicano César Solís Macedo para la obtención del grado Maestría en Historia.
Por César Solís Macedo, historiador mexicano
“Después de la expulsión de la Compañía la administración del Complejo de Santa Lucía se dividió en dos grupos, el primero conformado por Santa Lucía, San Pablo y San Ignacio, Chicavasco y La Florida, y el segundo constituido por la hacienda de San Francisco Xavier, el rancho de la Presa, San Francisco de Borja Huitepec, Altica, Las Pintas, Ocuila, Cabras (¿Concepción?) y rancho de la engorda,294 y aunque estaban a cargo de un mismo administrador su división en las cuentas, probablemente se debió al número de las propiedades y las dificultades que representaba su contabilidad.
Tras el secuestro de los bienes de la Compañía las actividades productivas continuaron a cargo de Juan Domingo Cosío, administrador designado por la Depositaria General, y a quien no se le asignó un salario, anotando únicamente los costes de su manutención en los gastos de la hacienda, y no es hasta 1774 en el corte del quinquenio (1769-1774) que se solicita asignar un pago por su trabajo.295 Para los dos primeros años al extrañamiento de los jesuitas se tienen datos generales de lo recaudado en la Tesorería General, en esos dos años hubo una entrada de 61,985 pesos 2 tomines y 4 granos”.
En el período posterior a la expulsión gran parte de los ingresos provenían de la venta de pulque y arrendamiento de magueyales, pasando a segundo término el rubro del ganado y sus esquilmos, la producción de pulque estaba a cargo de San Xavier, mientras que en Santa Lucía se arrendaban su magueyales. En su conjunto Santa Lucía, San Pablo y San Ignacio, Chicavasco y La Florida ocuparon el segundo lugar con sus utilidades, en San Xavier se obtenían los mayores ingresos de lo que fue el Complejo, esto debido a centrarse como productora de pulque.
La conversión a la producción pulquera se reflejó en el valor de Santa Lucía. En 1775 Santa Lucía fue valuada, su extensión comprendía un sitio de ganado mayor, nueve de ganado menor y 65 caballerías, de las cuales 20 caballerías ½ eran de magueyales, con un valor de 93,993 pesos el 40.3% (38,000 pesos), provenía de las tierras de magueyales. Una caballería del conjunto, según su empleo (labor, agostadero, pastos) oscilaba entre 125 y 325 pesos mientras que las destinadas como magueyales valían entre 1,000 y 3,000 pesos.
En el quinquenio de 1769 a 1773 el pulque representó poco más del 50% de sus ingresos, sin embargo, fue decreciendo su monto de manera progresiva. En 1769 se vendieron 21,492 cargas mientras que para 1773 15, 091 cargas incluyendo a los producido por los arrendatarios.298 El ganado y sus esquilmos fueron los ingresos que le siguieron al pulque en importancia. En Santa Lucía continuó como la mayor fuente de sus ingresos, principalmente el ganado ovino, en cambio en San Xavier aumentó la venta de ganado bovino, comercializándose productos como la leche”.
*SANTA LUCÍA EN ICA Y LA PRODUCCIÓN DE PISCO. En el Perú los jesuitas empezaron su labor educativa y productiva a partir de 1568, año en que empezaron a llegar. Tuvieron su hacienda vitivinícola Santa Lucía al borde del río Ica, en esa jurisdicción al sur de Lima en la que también funcionaron las haciendas Ocucaje, Macacona, Santa Cruz, San Jerónimo, San José, Cóndor y Belem. Un documento elaborado en 1588, es decir a solo 20 años de haber llegado estos religiosos a territorio peruano, explica la existencia y funcionamiento de Santa Lucía y las otras zonas donde produjeron vino y aguardiente, destilado de uva peruano que toma el nombre de Pisco, tal como lo conoce el mundo. Esta y otras informaciones fueron reveladas en el libro “De un Solo Tiro, pisco y botijas pisqueras. Creaciones Peruanas del Siglo XVI”, del investigador Ítalo Sifuentes Alemán, quien haciendo una revisión de documentos publicados por el Archivo General de la Nación, en 1963, encontró la transcripción del manuscrito titulado REPARTICIÓN GENERAL DE LAS TIERRAS DEL DEPARTAMENTO DE ICA Y SU JURISDICCIÓN PRESENTACIÓN (Cf. Cuaderno N°36 Archivo Títulos de Propiedad. Sec. Histórica. Archivo Nacional del Perú), encontrado por el historiador Edmundo Guillén y difundido por el historiador Óscar Malca Olguín, ello mientras estuvo a cargo de la dirección de dicha institución peruana, en la que el año pasado el especialista Julio Hernández encontró reveladores documentos fechados en 1583 y 1587 que confirma la temprana producción de la bebida peruana, ello durante la gestión del ex jefe institucional Ricardo Moreau.
