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Club Balón & Pluma nació a fines del siglo XX, y me tocó ser su primer presidente

Publicada el 29 de noviembre de 2020 en mi cuenta de Facebook, hoy, cuatro años después, la comparto desde mi portal. Entonces llevó por título Breve memoria de mi presidencia. Ahora, al borde de mi cumpleaños 59, destaco las miles de fechas jugadas cual alarde de una soberana juventud que se dedicó al deporte que nos une.

Unos más, otros menos, en sus 25 años de existencia que se celebran todo el 2020, los integrantes de Balón & Pluma debemos haber jugado, en promedio, unas 2,400 fechas de fútbol, solo contando los días consuetudinarios de encuentros, que son los miércoles y sábados, y no los otros días de la semana que, hechizados por el esférico encuerado, nos reunimos ocasionalmente para, aprovechando cada oportunidad, intentar conjurarlo en un partido que nos dejara la moral entera. En mi caso, debo haber jugado poco más de mil partidos de fútbol con los amigos de este club que sigue funcionando.

De hecho, no fue un miércoles ni un sábado sino un martes en que se jugó por primera vez en B&P. Fue el martes 15 agosto de 1995, fecha de nacimiento de este club concebido por peloteros y personas vinculadas al periodismo en los años en que hacíamos nuestro trabajo en olor de multitud ciudadana y en olor de la tinta de nuestros impresos y guardábamos nuestros archivos en disquetes y, años después, en las nubes.

A las nubes a veces se me iba el balón por malpatearlo desde mi posición de defensa en la cancha, de número 6, por aplicar a conciencia el manual del antifútbol para que a mis compañeros de equipo no se les hinchara el hígado por la derrota. Los quería tanto que hubo partidos que no busqué ganar por mí, sino ganar para que ellos no perdieran. Como en la vida, en el balompié unas son de cal y otras de arena, y en algunos tiros penal felizmente fui infalible gracias a mis potentes disparos y un chispazo de técnica.

¿Hay estadísticas de victorias y derrotas tras 25 años de cientos de partidos jugados? ¿De los goleadores? ¿De los arqueros más y menos batidos? Balón y Pluma las tiene y están ahí relucientes, tan relucientes como los recuerdos que se agolpan no solo en este aniversario plateado. Recuerdos siempre nítidos pese a que varios años que no juego por culpa de una rodilla temerosa a recaer en la vejez.

Aburre cualquier hegemonía en el fútbol, por eso cada vez que pueden los equipos se retan, antagonizan, exponiéndose a morder el polvo del fracaso o a masticar el chicle del triunfo que siempre tiene fecha de vencimiento porque a toda azúcar siempre se le acaba el dulce de tanto ajetrearlo. Si vamos al VAR imaginario veremos que al final todos salimos ganando, incluso más cuando -queriendo también ganar en institucionalización-, dimos el paso de contratar un árbitro externo en vista que cuando a uno de nosotros, los jugadores, le tocaba el turno de arbitrar se le salía, a veces, su corazoncito y de pura injusticia pitaba al revés o sacaba rojas y amarillas a diestra y siniestra evidenciando su parcialidad.

La falta de entrenamiento en el ejercicio de la neutralidad lo vivimos en su máxima expresión el día en que armamos y jugamos un clásico en el colegio La Salle, y nos enfrentamos unos vistiendo la piel de Universitario y otros la de Alianza Lima. Estaba claro que esa vez no solo había que dejar los pulmones en la cancha por nuestro honor deportivo, sino también por el equipo de nuestros amores, el de la niñez, ese con el que te bautizas en tus primeras pichangas infantiles, antes de iniciar tu etapa colegial.
Jugado dicho clásico en el césped de esa institución educativa ubicada en nuestra Arica, la avenida de Breña, los modales jugaron su partido aparte. Ese día recuerdo que a veces botaba el aire mirando al cielo en dirección al barrio de Odriozola, localizado a varias cuadras, y me recargaba de oxígeno para poder impulsarme y ganar a mis compadres de turno. Ese día y las más de 2 mil fechas jugadas fueron de compañerismo puro. Ese día quedó grabado en video, así como en fotografías que no han perdido color tras el paso de dos décadas y media.

En el casillero Fútbol que hay en nuestra memoria están bien guardados todos esos y otros recuerdos, las imágenes de los amigos que aún vemos o extrañamos, de los que se adelantaron en partir a la eternidad, de los que se perdieron porque llevaron el antagonismo fuera de la cancha. En 25 años de existencia B&P tuvo varias camisetas de diversos diseños y colores y, casi como todos, yo también tengo mis preferidas.

Me tocó ser el primer presidente de este gran club, un honor que la historia me reservó sin que yo pudiera presagiarlo, por ello reitero mi agradecimiento y cariño a quienes decidieron darme ese encargo, el mismo que volví a recibir años después, convirtiéndome en presidente reelecto precisamente cuando B&P cumplió y celebró sus 20 años de ininterrumpida actividad. En cada oportunidad traté de hacer la mejor gestión posible junto a otros jugadores que me acompañaron en el cuadro directivo. Empezamos dando una cuota de 5 soles por fecha, y ahora voluntariamente es de 20 soles. El paso de los años, la economía, la pandemia, ha hecho que todo cambie, pero no se ha perdido la ilusión de contar con una cancha propia, un anhelo que cada 15 de agosto también cumple aniversario. Serán las futuras generaciones, los jóvenes integrantes del club, quienes tal vez logren ese objetivo. No faltarán los fundadores de B&P que serán testigos de ese logro.

Otros 25 años seguro vendrán, es decir más de 2,000 fechas de juego y, claro, para cuando sea el año 2045 quién sabe, las Bodas de Oro, algunos todavía estarán en cancha, otros ya en la tribuna. Toca reunirse por Zoom, Skype, Whatsapp y tantas otras vías virtuales gracias a la tecnología. Algún día la normalidad no será la cristalina pantalla del celular o de la laptop, volverá a ser el verde césped, la polvorienta canchita, o la dura pista, espacios en los que durante los primeros años de nuestra niñez aprendimos a practicar la lealtad, el compañerismo, la solidaridad, el trabajo en equipo para un objetivo común, los reglamentos, el respeto a la autoridad. Esa normalidad que solo la madre era capaz de alterar cuando, al caer la noche, te buscaba para decirte que pares de jugar, que ya pases a la casa, que esperes el fin de semana para volver a darle a la pelota, que el fútbol no se iba a acabar.

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